SEMINARIO DE TAUROMAQUIA DE COLMENAR VIEJO Nº 9

Tauromaquia
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La Plaza de Toros de La Corredera constituye uno de los hitos más significativos del legado patrimonial de Colmenar Viejo

 Colmenar Viejo, a finales del silgo XIX, se preparaba para alcanzar el rango que correspondía a una localidad de su categoría como cabecera de comarca. Así, a finales de dicha centuria, para el desarrollo de su riqueza pública,
el consistorio ya tenía acordado subvencionar una línea férrea de más de 60 km entre Madrid y Miraflores de la Sierra, pasando por la localidad. Obviamente, la comunicación con la capital constituía un referente básico para
su desarrollo socioeconómico. No obstante, la pobreza monumental de su parcelario urbano se contrarrestaba con la singularidad de algunos inmuebles eclesiásticos, bien representado por su templo parroquial, incluyendo otros
edificios amortizados para la administración, como lo fue el antiguo convento franciscano del siglo XVII. Por ello, había que comenzar un programa, o más bien unas líneas programáticas de transformación urbana. Transformación
que tendría dos referentes significativos: La reedificación de su nuevo Ayuntamiento, en 1882, y la construcción de la plaza de toros en La Corredera, cuya inauguración tuvo lugar con los festejos que se dieron con motivo de las fiestas Patronales de 1891.

Desde un principio, a la plaza de toros de “la villa” comenzó a denominársela de “La Corredera”, recogiendo el nombre topográfico donde se levantó, en una de las cotas septentrionales más elevadas del caserío, constituyendo el segundo referente urbano hasta hoy, junto con la basílica parroquial. Desde entonces, la plaza de La Corredera, levantada a cargo de una sociedad constructora, se convirtió en el reflejo de la cultura taurina colmenareña, y que, a lo largo de sus más de cien años de historia, iría modificando y diversificando sus ofertas festivas.

Observando parte del “esqueleto” que aún se asoma entre los restos de la restauración realizada durante su última fase, casi puede vislumbrarse la febril saca y labra de piedra que tuvo lugar para su construcción, así como las huebras de los carros de bueyes transportando la piedra desde las innumerables canteras de granito en sus proximidades hasta la Corredera.

La buena mampostería de su piedra ofrece un enorme muro macizo sobre el que se levantó su graderío, aún conservado en el interior en su barrera y contrabarrera. Un macizo que se cimienta, por tanto, en 128 años de historia.
En definitiva, que ese macizo de muro histórico forma parte de nuestra herencia cultural, guste o no. Un macizo que hemos heredado de nuestros ascendientes y que, por tanto, como responsables herederos del mismo, y del conjunto de otros tantos bienes culturales, tenemos la obligación de transmitir a nuestros herederos, a los futuros colmenareños. Y no es que lo diga yo, es que obliga a ello la Disposición Transitoria Primera, recogida en la Ley 3/2013, de 18 de junio, de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid. Por ello, ¡atención, queridos gestores municipales! Porque el desconocimiento de esta ley no os exime de responsabilidad.

En dicha Disposición, además, se os indica que debéis completar los catálogos de bienes y espacios protegidos en los términos establecidos en uno de los artículos de dicha ley, y os da un plazo de un año desde su entrada en vigor, es decir, desde la fecha de su publicación, que fue el 19 de junio de 2013. Me consta que esos “deberes” están por hacer. Además, para más INRI, en el punto 2 sobre protección de inmuebles singulares con anterioridad a 1936, se relacionan específicamente a las plazas de toros.

¡Menuda faena!

Fernando Colmenarejo García
Arqueólogo

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