«Quizás con mis postulados ideológicos no se hubieran alcanzado estos resultados», escribe Antonio Maestre, haciendo autocrítica sobre una reforma laboral que reprobó pero que hoy considera «un éxito absoluto».
Tendemos a valorar un gobierno no basándonos en lo que hace sino en lo que desearíamos que hiciese. Nunca nos parece suficiente, criticamos siempre poniendo el listón en nuestros deseos, valores e ideas sin considerar que gobernar es asumir que existen multitud de intereses cruzados –muchas veces contradictorios, otras complementarios– a los que hay que integrar para que todo fluya de la mejor manera posible asumiendo los márgenes de lo posible y los compromisos, no solo con el bienestar, sino también con la concertación con los diferentes. Si el gobierno siguiera solo los preceptos que yo considero adecuados sería un gobierno falible, pero no hay que valorar la labor de un Ejecutivo en esos términos, sino en lo logrado, apartando las desideratas personales. En esos términos, evaluando su labor estos tres años, se ha tratado del mejor gobierno posible para la clase trabajadora en el peor momento imaginable por la coyuntura social, económica, bélica y pandémica.
Para no trasladar ese pensamiento a los demás, haré un ejercicio de autocrítica que no implica una reelaboración completa de mis ideas, pero sí una aceptación de que no solo llevar a cabo el máximo de tus planteamientos mejora la vida de la gente y convierte las políticas en un avance sustancial de los derechos de la clase trabajadora. Mi posición sobre la reforma laboral fue crítica, no se hizo lo que se dijo que se haría y hubo importantes carencias en su desarrollo que implicaban mejoras materiales concretas que se perdieron y no se recuperaron. Eso es cierto, pero no impide que la reforma laboral haya resultado un éxito absoluto.
Los datos son incontestables: según los facilitados por el Ministerio de Trabajo, en este momento hay 17,4 millones de personas trabajando como asalariadas, lo que supone la cifra más alta de la historia. La brecha de género se ha reducido al existir 9,5 millones de mujeres con un empleo, también la cifra más alta de la historia. El núcleo fundamental de la reforma, la reducción de la temporalidad, también ha funcionado, alcanzando a 13,9 millones de personas que hoy disfrutan de un contrato indefinido. No es lo ambiciosa que yo habría deseado, pero no pasa nada por reconocer que me equivocaba y que, quizás, con mis postulados ideológicos no se hubieran alcanzado estos resultados. Lo que importa son los hechos, y la reforma laboral ha sido un éxito que vale por toda una legislatura.
Una pugna virtuosa
La tensión del gobierno de coalición ha sido virtuosa en términos operativos para equilibrar esos intereses varios que operan a la hora de decidir las políticas públicas. Esto no supone que se esté de acuerdo con las partes en disputa a la hora de calibrar cuáles son esas políticas públicas. En la tensión entre Yolanda Díaz y Nadia Calviño en materia laboral, cada persona empujará en una dirección atendiendo a sus intereses y valores, y es la primera vez en democracia que la tensión existente entre esos intereses contrapuestos en la sociedad y en la actividad económica tienen una representación en el seno de un gobierno. Hasta el día de hoy, los intereses representados siempre operaban en servicio del capital.
En esa tensión el papel de Unidas Podemos ha sido vital para mover los postulados socioliberales del PSOE al espacio socialdemócrata que hace años abandonó. Este no es un gobierno socialcomunista, es un gobierno socialdemócrata clásico que en tiempos de derrumbe del neoliberalismo puede convertirse en un alivio para las derrotadas cargas de la clase trabajadora.
Unidas Podemos ha hecho una magnífica política laboral en términos concretos. Si hubiera centrado su labor en eso, en lo material y lo ejecutivo, habría tenido un sobresaliente desde el punto de vista progresista. La izquierda ha estado presente en las políticas públicas con más fuerza que nunca gracias a su labor. Solo esperamos que sus campañas de comunicación conspiranoicas, sus inquinas en torno al poder y sus luchas cainitas contra cualquier divergencia no opaquen el que está siendo un papel admirable en lo que respecta al impulso de las políticas públicas que sirven para mejorar la vida de la gente.
El año 2023 es una oportunidad para valorar lo positivo y dejar atrás todas las conquistas que han merecido la pena. Unidas Podemos vale mucho más por lo que hace que por lo que dice, porque ha hecho mucho y muy bueno, y no hay mejor campaña política que hablar únicamente de todos esos logros que han hecho que las mujeres, los más vulnerables, las personas trans y la clase trabajadora en su conjunto hayan sobrevivido a la peor coyuntura social del siglo sin salir tocados de muerte.