Reconocer los síntomas de un ictus y actuar a tiempo reduce de manera significativa las gravedad de las secuelas, que muchas veces provocan incapacidad motora o cognitiva
El ictus es un problema de salud más frecuente de lo que imaginamos. En España, constituye la primera causa de muerte entre las mujeres y la segunda en el caso los hombres. Las cifras son abrumadoras. Según la Federación Española del Ictus (FEI), en nuestro país se detectan 10 casos nuevos por hora y se estima que cada año fallecen unas 40.000 personas por esta enfermedad. La rapidez con la que se recibe tratamiento médico es determinante para salvar la vida y, también, para minimizar las secuelas. Pero para ello es necesario reconocer los síntomas y saber cómo actuar. Lo explicamos en el siguiente artículo.
El ictus, también llamado accidente cerebrovascular (ACV), se produce cuando disminuye o se interrumpe el flujo sanguíneo de una zona del cerebro. Al no haber irrigación suficiente, las neuronas allí presentes no reciben el oxígeno necesario y, en consecuencia, mueren. Esto puede suceder por dos razones:
- 1. Obstrucción arterial. Un coágulo o un taponamiento en las arterias puede provocar esta falta de irrigación. Es lo que se conoce como ictus isquémico (y es el más habitual).
- 2. Rotura arterial. El debilitamiento y ruptura de un vaso sanguíneo provoca un derrame de sangre en el cerebro. Estamos ante un ictus hemorrágico o derrame cerebral.
Ictus: cómo detectarlo
Uno de los problemas del ictus es que se produce de manera repentina. Y, aunque hay personas con más riesgo de sufrirlo, le puede suceder a cualquiera. Por ello es muy importante reconocer los síntomas y actuar con rapidez. Estas son las señales más frecuentes:
- Dolor de cabeza sin causa aparente, de aparición brusca. Puede haber también náuseas y vómitos.
- Pérdida de visión en un ojo o en los dos, también de manera brusca.
- Dificultad para caminar, coordinar movimientos o mantener el equilibrio.
- Confusión y dificultad para hablar, para entender o expresarse.
- Entumecimiento, debilidad, pérdida de fuerza en los brazos o las piernas.
- Parálisis repentina que afecta a la mitad de la cara o del cuerpo.
Si identificamos estos síntomas, es prioritario recibir atención médica de inmediato. Cuanto menos tiempo pase entre que se produce el ictus y se recibe tratamiento neurológico, mayores serán las probabilidades de sobrevivir y de reducir el alcance del daño. En la actualidad, se estima que el 30 % de los pacientes con ictus queda con algún grado de discapacidad que se traduce, sobre todo, en problemas de movilidad y equilibrio, así como en dificultades del habla o déficits cognitivos. Sin embargo, “se ha demostrado que los pacientes tratados desde el primer momento por neurólogos logran una recuperación casi total o con muy pocas secuelas”, indican desde la FEI.
Por qué se produce el ictus
Existen varios factores de riesgo que predisponen a sufrir un ictus. Algunos se pueden modificar o reducir, y otros no. Entre los que no podemos cambiar destacan la edad (el riesgo aumenta a partir de los 55 años), el sexo (afecta más a las mujeres) y los antecedentes familiares.
Los factores de riesgo que sí podemos minimizar tienen que ver con otras patologías que se pueden tratar (hipertensión arterial, diabetes, colesterol elevado, enfermedades cardíacas, problemas de coagulación…) pero, también, con el estilo de vida. Fumar, beber alcohol, consumir drogas, tomar anticonceptivos orales, el sedentarismo, el sobrepeso y la obesidad aumentan el riesgo de sufrir un ictus conforme pasan los años.