Un vistazo a los órganos del Estado, esos que, regulados por la Ley Fundamental, estructuran este país libre y de convivencia
Si pasados los cuarenta se recomiendan chequeos médicos rutinarios, las Constituciones no deberían ser menos. La nuestra cumple 43 y lo hace con una salud de hierro, juran en su cumpleaños las crónicas oficiales que me recuerdan a un buen amigo. Cada vez que empalma tres resacas consecutivas abandona su vida sedentaria y fumadora para ir al gimnasio y meterse dos horas de spinning extremo. Estoy de puta madre, no necesito ir al médico, dice sonriente y sudoroso mirando por el rabillo del ojo el desfibrilador.
Eso que ves ahí no es un órgano del Estado, intentaría el señor médico relajar el ambiente tras el sofocón constitucional: como curiosidad mira al jefe de la oposición y posible próximo presidente del Gobierno de todos acudiendo a una misa en homenaje al dictador Francisco Franco. Sí que es un órgano del Estado, volvería a ponerse serio el galeno, la Casa Real. En este caso, al fin buenas noticias. Aunque dividida entre España, Abu Dhabi, Suiza, Panamá y las Islas Vírgenes, la monarquía está respetando al dedillo el mandato constitucional –art.56.3, el Rey es inviolable y no está sujeto a responsabilidad–. Llegamos a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad –art.104, proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana– y su escoliosis escorando siempre a la derecha. Aquí los vemos, señalaría con el puntero, fotografiándose sonrientes con neonazis o sacando tanquetas y cargas policiales contra una manifestación de trabajadores que piden empleo digno, el mismo que garantiza la Constitución –art.35.1–. No te asustes: el Gobierno más progresista de la historia controla a la policía igual que controla los precios de la luz –art.128.2, mediante ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales–. Fuera del ecógrafo, no podemos verlo pero yo te lo cuento, acabaría el doctor, tenemos a un puñado de creadores y humoristas exiliados (art.20.1, derecho a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción) por haberse pasado de listos en temas de los que es mejor no hablar. Esperemos que, a ti, con este artículo tan ocurrente, no te suceda lo mismo, bromearía. Háganle caso a mi amigo y no vayan al médico. Es ganas de llevarte un disgusto. Feliz día de la Constitución.