El PCE cumple 100 años en uno de los momentos en los que más incidencia ha tenido en la política española tras el franquismo: con protagonismo en el Gobierno de coalición con el PSOE y en el espacio político de Unidas Podemos, en fase de evolución con Yolanda Díaz al frente
"¿Cómo vamos a seguir adelante sin el partido?", preguntaba alguien en la película Novecento, de Bernardo Bertolucci, después de que Mussolini hubiera ilegalizado al PCI en 1925. Y Olmo Dalco contestaba: "El partido, sí. Vaya excusa. El partido eres tú, y lo sabes. Es Eugenia, es Enzo, es Armando. Y, además, cruzando el río está la familia Atzalli y, al fondo del valle, la familia del Bizco. Ahí está, en todas partes, donde hay alguien que trabaja, ahí está el partido. Tras los barrotes de la cárcel, donde hay miles de compañeros, ahí está el partido, ahí está".
El partido como un modo de vida, como una familia, como una escuela, como una red eterna, como una lucha frente al fascismo, la dictadura franquista y por las libertades. El partido, a secas.
Como en Novecento, durante mucho años el partido ha sido el PCE, que este domingo cumple 100 años. Como en Novecento, el partido estuvo tras los barrotes, hasta el punto de conocer los campos de concentración nazis y participar en la Nueve liberando París, y de que uno de los presos políticos que más tiempo estuvo en las cárceles franquistas fue el militante y poeta Marcos Ana. Como en Novecento, también, el partido estaba donde hay alguien que trabaja, participando en la construcción de la Comisiones Obreras durante el franquismo, como Marcelino Camacho o Nicolás Sartorius, o creando redes como la Asociación de Mujeres Antifascistas en los 30, o de apoyo a las familias de los presos en la dictadura, como el Movimiento Democrático de Mujeres, en el que participó Josefina Samper. El partido estaba cruzando el río, en las cunetas, donde decenas de miles de perdedores de la Guerra Civil aún yacen; en las fosas comunes de los trabajadores forzosos del Valle de los Caídos; poniendo el cuerpo, como Julián Grimau, torturado en la Dirección General de Seguridad y posteriormente fusilado en 1963, o como los abogados de la Matanza de Atocha de enero de 1977. Y el partido estaba al fondo del valle, ya fuera en los maquis, en las universidades, en las pinturas de Juan Genovés o Joan Miró, en las películas de Juan Antonio Bardem y en los versos de Gabriel Celaya, Miguel Hernández o Luis Cernuda, o en las creaciones de María Teresa León.